LOS POETAS QUE LEÍ
POESÍA CONVERSACIONAL
Por Joel Lenner Castañeda Dueñas

MANUEL SCORZA
Nombre completo
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Manuel Scorza Torre
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Nacionalidad
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Peruano
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Lugar y fecha
de Nacimiento
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Huancavelica (Perú), 9 de setiembre de 1928
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Lugar y fecha
de defunción
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Madrid (España), 27 de noviembre de 1983
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Obra cumbre
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Las imprecaciones (Poesía, 1955)
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Obras
importantes
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Los adioses (Poesía, 1959)
Desengaños del mago (Poesía, 1961)
Réquiem para un gentil hombre (Poesía, 1962)
Poesía amorosa (Poesía, 1963)
El vals de los reptiles (Poesía, 1970)
Ciclo de novelas La Guerra Silenciosa (1970 - 1979):
Redoble por Rancas (Novela, 1970)
Historia de Garabombo el
Invisible (Novela, 1972)
El jinete insomne (Novela, 1977)
Cantar de Agapito Robles (Novela,
1977)
La tumba del relámpago (Novela,
1979)
La danza inmóvil (Novela, 1983)
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Movimiento
Literario
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Postvanguardismo – Generación del 50 (Poesía social)
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Datos
biográficos
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* Después de vivir su infancia
en Acoria (Huancavelica), se trasladó a Lima, allí, estudió en el Colegio
Militar Leoncio Prado, luego en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
en donde iniciará su labor política, motivo por el cual en 1948, el gobierno
dictatorial del general Odría, lo expulsaría del país, instalándose así, en
París (Francia).
* En 1968, debido a su postura
en favor a los movimientos rebeldes indígenas, es nuevamente exiliado, pero
ahora ya su fama lo recibe a donde vaya. A su regreso al Perú, lo hace por
Madrid y el 27 de noviembre de 1983 el Boeing 747 pierde vuelo, quitándole al
mundo, a uno de los más prolíficos narradores y poetas de América Latina.
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Importancia
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* Figura cumbre del
neoindigenismo peruano, es también una de las voces más importantes de la
poesía social de mediados del siglo XX.
* Premio Nacional de Poesía
José Santos Chocano (1956)
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YO SOY EL DESTERRADO
América,
a
mí también debes oírme.
Yo
soy el estudiante pobre
que
tiene un sólo traje y muchas penas.
Yo
soy el provinciano
que
no encuentra la puerta en las pensiones.
Te
digo en las calles,
y
en las azoteas y en las cocinas,
y
al fin de cada día y en mi pecho,
algo
se está muriendo.
A
mí también debes oírme.
Yo
soy el desterrado,
yo
vagué por las calles
hasta
que los perros cerraron sus alas
sobre
mi corazón.
Acuérdate,
acuérdate de mí.
Hay
días
que
no tengo ganas de ponerme los ojos,
días
en que los pájaros
se
pudren en mitad del vuelo.
Ay,
orgullosa,
a
ti no te hablaron de cuartos inmundos,
tu
no sabes lo que es vivir con una mujer
que
zurce la ropa llorando.
Porque
durante siglos los poetas callaron,
y
en el silencio sólo se escuchaba
un
susurro de abejas que sonaba.
Pero
un día ya no se pudo más,
y
el dolor comenzó a mancharlo todo:
la
mañana,
el
amor,
el
papel donde cantábamos.
Un
día el dolor empezó a gotear desde abajo,
daban
los muros gritos desgarradores,
una
mano amarguísima derribó mi pecho.
Ahora
vengo a ti gimiendo,
aquí
está mi voz encarcelada,
aquí
estoy yo, debajo de esta frente, derrumbado.
AMÉRICA, NO PUEDO
ESCRIBIR TU NOMBRE SIN MORIRME
América,
no
puedo escribir tu nombre sin morirme.
Aunque
aprendí de niño,
no
me salen derechos los renglones;
a
cada sílaba tropiezo con cadáveres,
detrás
de cada letra encuentro un hombre ardiendo,
y
no puedo ni cerrar la a
porque
alguien grita como si se quedara dentro.
Vengo
del Odio,
vengo
del salto mortal de los balazos;
está
mi corazón sudando pumas:
sólo
oigo el zumbido de la pena.
Yo
atravesé negras gargantas,
crucé
calles de pobreza,
América,
te conozco,
yo
mismo tendí la cama
donde
expiró mi vida vacía.
Yo
tenía dieciocho años
yo
vivía
en
un pueblo pequeño,
oyendo
el diálogo de musgo de las tardes,
pero
pasó mi patria cojeando,
los
ahogados empezaron a pedir más agua,
salían
de mi boca escarabajos.
Sordo,
oscuro, batracio, desterrado,
¡era
yo quien humeaba en las cocinas!
¡Amargas
tierras,
patrias
de ceniza,
no
me entra el corazón en traje de paloma!
¡Cuando
veo la cara de este pueblo
hasta
la vida me queda grande!
¡Pobre
América!
En
vano los poetas
deshojan
ruiseñores.
No
verán tu rostro mientras no se atrevan
a
llamarte por tu nombre, ¡América mendiga,
América
de los encarcelados,
América
de los perseguidos,
América
de los parientes pobres!
¡Nadie
te verá si no deshacen
este
nudo que tengo en la garganta!
LA CASA
VACÍA
Voy
a la casa donde no viviremos
a
mirar los muros que no se levantarán.
Paseo
las estancias
y
abro las ventanas
para
que entre el Tiempo de Ayer envejecido.
¡Si
vieras!
Entre
las buganvillas
cansadamente
juegan
los
hijos que jamás tendremos.
Yo
los miro. Ellos me miran.
Mi
corazón humea.
Éste
es el sitio
donde
mi corazón humea.
Y
a esta hora,
en
el balcón, callada,
yo
sé que tú también te mueres
y
piensas en mí hasta ensangrentarte,
Yo
también pienso en ti.
Óyeme
donde estés:
por
esta herida no sale sólo sangre:
me
salgo yo.
EPÍSTOLA A LOS POETAS QUE VENDRÁN
Tal
vez mañana los poetas pregunten
por
qué no celebramos la gracia de las muchachas;
tal
vez mañana los poetas pregunten
por
qué nuestros poemas
eran
largas avenidas
por
donde venía la ardiente cólera.
Yo
respondo:
por
todas partes oíamos el llanto,
por
todas partes nos sitiaba un muro de olas negras.
¿Iba
a ser la Poesía
una
solitaria columna de rocío?
Tenía
que ser un relámpago perpetuo.
Mientras
alguien padezca,
la
rosa no podrá ser bella;
mientras
alguien mire el pan con envidia,
el
trigo no podrá dormir;
mientras
llueva sobre el pecho de los mendigos,
mi
corazón no sonreirá.
Matad
la tristeza, poetas.
Matemos
a la tristeza con un palo.
No
digáis el romance de los lirios.
Hay
cosas más altas
que
llorar amores perdidos:
el
rumor de un pueblo que despierta
¡es
más bello que el rocío!
El
metal resplandeciente de su cólera
¡es
más bello que la espuma!
Un
Hombre Libre
¡es
más puro que el diamante!
El
poeta libertará el fuego
de
su cárcel de ceniza.
El
poeta encenderá la hoguera
donde
se queme este mundo sombrío.
LA CITA
Son
las siete;
la
calle está oscura;
ya
no vendrás.
Aunque
llegaras
todas
las tardes
a
la orilla de esta cita,
y
aguardaras, inmóvil,
todas
las horas que en el mundo faltan
ya
no me hallarás,
porque
esperándote perdí mi juventud.
Y
no como el guerrero
que
las manos moja
en
la espuma bermeja de la guerra.
¡No
como los ardientes varones que conocí! :
¡Alexander
extraviado en la espesura!
¡Gabriel
amarrado a los torrentes!
¡Eugenio
deshojado a la aventura!
¡Amaro,
que un día solo con tu fusil partiste!
¡Os
envidio, jóvenes vehementes,
a
quienes no bastándoles los crepúsculos,
por
mirar llamaradas
incendiaron
su propia edad florida!
Yo,
miserablemente
perdí
mi juventud;
aguardando
que cumplieras
la
cita de los parques,
gasté
los veloces años.
¡Oh
cafés humosos donde fingí
leer
los diarios de mi feroz melancolía!
Esperándote
perdí la juventud
y
me pesa.
Son
las siete:
y
estoy solo.
LA PRISIÓN
¡No
puedes salir del jardín
donde
mi amor te aprisiona!
Presa
estás en mí.
Aunque
rompas el vaso,
seguirá
intacta
la
columna perfecta del agua;
aunque
no quieras siempre lucirás
esa
corona invisible
que
lleva toda mujer a la que un poeta amó.
Y
cuando ya no creas en estas mentiras,
cuando
borrado el rostro de nuestra pena,
ni
tú misma encuentres tus ojos bellísimos
en
la máscara que te preparan los años,
a
la hora en que regatees en los mercados,
los
jóvenes venados vendrán a tu Recuerdo
a
beber agua.
Porque
puede una mujer
rehusar
el rocío encendido del más grande amor,
pero
no puede salir del jardín
donde
el amor la encerró.
¿Me
oyes?
No
puedes huir.
Aunque
cruces volando los años,
no
puedes huir:
yo
soy las alas con que huyes de mí.
MÚSICA
LENTA
Para
que tú entres,
a
veces de tristeza, el corazón se me abre.
Como
una puerta tímida,
para
que tú entres, el corazón se me abre.
Pero
tú no vienes,
no
vuelas más sobre los campos.
En
vano mi corazón
a
la ventana de su dolor se asoma.
Pasas
de largo,
como
si el viento
soplase
sólo para allá.
Pasa
la mañana y no viene la tarde.
Y
el corazón se me cierra,
como
una mano sin nadie, el corazón se me cierra.
VIENTO DEL OLVIDO
Como
a todas las muchachas del mundo,
también
a Ella,
tejiéronla
con
sus sueños,
los
hombres que la amaban.
Y
yo la amaba.
Pudo
ser para otros un rostro
que
el Viento del Olvido
borra
a cada instante.
Pudo
ser,
pero
yo la amaba.
Yo
veía las cosas más sencillas
volverse
misteriosas
cuando
Ella las tocaba.
Porque
las estrellas de la noche
¡Ella
con su mano las sembraba!
Los
días de esmeralda,
los
pájaros tranquilos,
los
rocíos azules,
¡Ella
los creaba!
Yo
me emocionaba
con
sólo verla pisar la hierba.
¡Ah
si tus ojos me miraran todavía!
Esta
noche no tendría tanta noche.
Esta
noche la lluvia caería sin mojarme.
Porque
la lluvia no empapa
a
los que se pierden
en
el bosque de sus sueños relucientes,
y
sus días no terminan
y
son sus noches transparentes.
¿Dónde
estás ahora?
¿En
qué ciudad,
en
qué penumbra,
en
cuál bosque
te
desconocen las luciérnagas?
Tal
vez mientras escribo,
estás
en un suburbio,
sola,
inerme, abandonada...
¡Abandonada,
no!
En
tu ausencia
mi
corazón todas las tardes muere.
SERENATA
Íbamos
a vivir toda la vida juntos.
Íbamos
a morir toda la muerte juntos.
Adiós.
No
sé si sabes lo que quiere decir adiós.
Adiós
quiere decir ya no mirarse nunca,
vivir
entre otras gentes,
reírse
de otras cosas,
morirse
de otras penas.
Adiós
es separarse, ¿entiendes?, separarse,
olvidando,
como traje inútil, la juventud.
!Íbamos
a hacer tantas cosas juntos!
Ahora
tenemos otras citas.
Estrellas
diferentes nos alumbran en noches diferentes.
La
lluvia que te moja me deja seco a mí.
Está
bien: adiós.
Contra
el viento el poeta nada puede.
A
la hora en que parten los adioses,
el
poeta sólo puede pedirle a las golondrinas
que
vuelen sin cesar sobre tu sueño.
EL DESTERRADO
Cuando
éramos niños,
y
los padres
nos
negaban diez centavos de fulgor,
a
nosotros
nos
gustaba desterrarnos a los parques,
para
que viéramos que hacíamos falta,
y
caminaran tras su corazón
hasta
volverse mas humildes y pequeños que nosotros.
Entonces
era hermoso regresar!
Pero
un día
parten
de verdad los barcos de juguete,
cruzamos
corredores, vergüenzas, años;
y
son las tres de la tarde
y
el sol no calienta la miseria.
Un
impresor misterioso
pone
la palabra tristeza
en
la primera plana de todos los periódicos.
Ay,
un día caminando comprendemos
que
estamos en una cárcel de muros que se alejan...
Y
es imposible regresar.
A CÉSAR
CALVO AGRADECIÉNDOLE QUE ESTÉ AQUÍ
En
el principio el hombre abandonaba a sus muertos.
Hace
cincuenta mil años comenzó a cavar tumbas.
En
la piel de las cavernas cinceló sus miedos bellísimos:
Descubrió
la poesía.
Por
eso estamos aquí,
aventando
palabras contra el cielo indiferente.
Cecilia,
mi hija, juega con sus años:
Cuatro
guijarros de colores.
La
vida pasa tan rápido, César, que una tarde
la
miraremos salir para el parque
y
regresar hermosísima mujer.
Así
es, César, la vida huye tan rápido
que
uno de estos días deberíamos tratar de decir la verdad.
Por
favor, qué ocurrencia.
¡El
mayordomo tiene órdenes estrictas
de
tirarle la puerta al pasado!
Porque
jóvenes áureos,
en
las breñas del horror de América combatían entonces
por
un mundo más bello.
Mortalmente
heridos caían
más
que por la metralla llagados por sus sueños.
Hermosos
nacían a la muerte.
Mientras
nosotros tatuábamos poemas olvidados
en
cuerpos olvidados de mujeres olvidadas.
En
chinganas de mala muerte cauterizábamos nuestra melancolía
bebiendo
aguardiente que no era Agua Ardiente.
Lenin
no apreciaba a los poetas:
Cortó
groseramente un poema de Maikovski.
Vladimir
Maikovski se mató.
Pero
Lenin se equivocaba: el Che llevaba en su mochila
acribillados
versos de León Felipe
y
Javier Heraud llevaba una carta tuya en su chaqueta.
El
impiadoso río Madre de Dios arrastró su cuerpo,
tu
cuerpo, mi cuerpo, nuestra acribillada juventud, todo.
Pero
la vida fluye más rápido que el río Madre de Dios.
¡Imposible
erigir un mundo nuevo
sin
desembarcar en las Indias entrevistas en nuestros sueños!
Una
revolución que sólo es una revolución no es una revolución.
¡Hay
que volcarlo todo, hay que quemarlo todo, hay que arrancarlo todo!
No
permitir que vuelva a retornar jamás la misma realidad,
la
misma familia, la misma agua, los mismos padres, la misma
luz,
la misma patria, el mismo futuro, la misma tristeza, la
misma
religión, el mismo sol!
¿Quién
se atrevería a absolvernos?
Un
inmortal poema nos absolvería.
Pero
los años han pasado y no hemos mencionado la Palabra Ígnea.
La
vida es tan fugaz, César, que una de estas tardes
saldrás
a comprar cigarros
y
regresarás a contar chistes en nuestros velorios.
Y
ahora sí te acepto un pisco.
Porque
a pesar de esta tristeza, la vida vale la pena:
Estoy
alegre, estoy árbol, estoy exaltado, estoy
con
mis amigos, estoy relámpago, estoy luz.
Porque
el hombre que está más cerca de su muerte
que
de su nacimiento
necesita
urgentemente ser feliz.
Hace
cincuenta mil años, en la piel de las cavernas,
comencé
a grabar este poema.
Por
eso estoy aquí aventando palabras contra el cielo indiferente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
La información fue recuperada de:
La información fue recuperada de:
http://amediavoz.com/scorza.htm
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poemas-seleccion/html/998e525a-523c-11e1-b1fb-00163ebf5e63_6.html
https://diariocorreo.pe/cultura/centro-culturales-conmemoran-los-88-anos-de-manuel-scorza-697211/
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poemas-seleccion/html/998e525a-523c-11e1-b1fb-00163ebf5e63_6.html
https://diariocorreo.pe/cultura/centro-culturales-conmemoran-los-88-anos-de-manuel-scorza-697211/
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