Eliseo Diego: En las oscuras manos del olvido

LOS POETAS QUE LEÍ
LA POESÍA PURA
Por Joel Lenner Castañeda Dueñas

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ELISEO DIEGO 

Nombre completo
Eliseo de Jesús de Diego y Fernández-Cuervo
Nacionalidad
Cubano
Lugar y fecha de Nacimiento
La Habana (Cuba), 2 de julio de 1920
Lugar y fecha de defunción
Ciudad de México (México), 1 de marzo de 1994
Obra cumbre
En la calzada de Jesús del Monte (Poesía, 1949)
Obras importantes
En las oscuras manos del olvido (Relatos, 1942)
Por los extraños pueblos (Poesía, 1958)
El oscuro esplendor (Poesía, 1966)
Libro de las maravillas de Boloña (Poesía, 1967)
Los días de tu vida (Poesía, 1977)
A través de mi espejo (Poesía, 1981)
Inventario de asombros (Poesía, 1982)
Soñar despierto (Poesía, 1988)
En otro reino frágil (Poesía, 1999)
Aquí he vivido (Poesía, 2000)
Movimiento Literario
Vanguardismo – Poesía Pura
Datos biográficos
* En 1944 apareció el primer número de la revista Orígenes, dirigida por José Lezama Lima y José Rodríguez Feo, y de la que Eliseo fue uno de los fundadores junto a otros intelectuales de la época.
* Poeta y pedagogo
Importancia
* En 1986 obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Cuba por el conjunto de su obra.
Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo 1993
* Gabriel García Márquez lo definió como «uno de los más grandes poetas que hay en la lengua castellana»
* Jorge Teillier dijo sobre él: «Es un espíritu sabio y silencioso: un poeta excepcional. En su voz resucita la infancia de todos, que estuvo a punto de extraviarse para siempre[...] Nicolás Guillén es el poeta más conocido y divulgado, pero Eliseo es la otra voz, la visión más íntima, la épica de la niñez prodigiosa, la voz y la imagen sensible de los mundos interiores, la presencia de los espejos familiares que sutilmente rescatan el rostro múltiple de quienes fuimos y seremos durante la infancia.



VERSIONES
La muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las casas y que uno jamás se detiene a ver.
La muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el patio, y del que nos consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo el gato de la casa, el gato de costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no volveremos a ver.
La muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.
La muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin saberlo, con un poco de terror.


DAGUERROTIPO DE MI ABUELA
Mi abuela está sentada: es una joven
de esbelto rostro frágil
sobre el altivo cuello: miro inmóvil
la pupila en tinieblas que la mira
desde un abismo: si volviera
no más los ojos a la barba triste
del padre sonriente, se animara.
Pero mi abuela sigue inmóvil, joven.

Se ha de poner en pie muy pronto.
El día la arrastrará consigo hasta el zaguán
mientras la calle vibra al choque cósmico
de casco y casco. Se ha perdido.
Cuando la vuelva a ver, será una anciana.

Pero en tanto, serena, inconmovible,
sigue mirando hacia la sombra inmensa,
su esbelto rostro frágil
sobre el soberbio cuello.
Es una joven.
Está, sencillamente, allí sentada.


COMIENZA UN LUNES
La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, al abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.


EL GENERAL A VECES NOS DECÍA
El General a veces nos decía
extendiendo sus manos transparentes:
«así fue que lo vimos aquel día
en la tranquila lluvia indiferente

sobre el negro caballo memorable».
Suavizaba la sombra del alero
su camisa de nieve irreprochable
y el arco duro del perfil severo.

Y mientras en el patio de azul fino
cercana renacía la tristeza
del platanar con sus nocturnos roces,

más allá de las palmas y el camino,
limpiamente ceñida su pobreza,
pasaban en silencio nuestros dioses.


ASOMBRO
Me asombran las hormigas que al ir vienen
tan seguras de sí que me dan miedo
porque están donde van sin más preguntas
y aunque asomos de vida son perfectas
si minúsculas máquinas que saben
el dónde y el adónde que les toca
y a la muerte la ignoran como a nada
si no fuese tan útil instrumento
con que hacer de lo inerme nueva vida.

Pero aunque agrande su minucia viva
el azoro redondo en que las miro
y me apena que no se sepan nunca
tal como son en su afanarse oscuro
ya tan inmemorial como la Tierra

más me asombra mi pena y me convence
de que saberse el ser bien que la vale
aun cuando el precio sea tan alto como
el enorme silencio de allá afuera.


CANCIÓN PARA TODAS LAS QUE ERES
No solo el hoy fragante de tus ojos amo
sino a la niña oculta que allá dentro
mira la vastedad del mundo con redondo
[azoro, y amo a la extraña gris que me recuerda
en un rincón del tiempo que el invierno
[ampara. La multitud de ti, la fuga de tus horas,
amo tus mil imágenes en vuelo
como un bando de pájaros salvajes.
No solo tu domingo breve de delicias
sino también un viernes trágico, quien
[sabe, y un sábado de triunfos y de glorias
que no veré yo nunca, pero alabo.
Niña y muchacha y joven ya mujer,
[tu todas, colman mi corazón, y en paz las amo.


EL SITIO EN QUE TAN BIEN SE ESTÁ
I

El sitio donde gustamos las costumbres,
las distracciones y demoras de la suerte,
y el sabor breve por más que sea denso,
difícil de cruzarlo como fragancia de madera,
el nocturno café,
bueno para decir esto es la vida,
confúndanse la tarde y el gusto,
no pase nada, todo sea
lento y paladeable como espesa noche
si alguien pregunta díganle
aquí no pasa nada, no es más que la vida,
y usted tendrá la culpa como un lío de trapos
si luego nos dijeran qué se hizo la tarde,
qué secreto perdimos que ya no sabe,
que ya no sabe nada.

II

Y hablando de la suerte sean los espejos
por un ejemplo comprobación de los difuntos,
y hablando y trabajando
en las reparaciones imprescindibles del invierno,
sean los honorables como fardos de lino
y al más pesado trábelo
una florida cuerda y sea presidente,
que todo lo compone,
el hígado morado de mi abuela y su entierro
que nunca hicimos como quiso porque llovía tanto.

III

Ella siempre
lo dijo: tápenme
bien los espejos,
que la muerte presume.
Mi abuela, siempre
lo dijo: guarden
el pan,
para que haya
con qué alumbrar la casa.
Mi abuela, que no tiene,
la pobre, casa
ya,
ni cara.

IV

Los domingos en paz me descansa
la finca de los fieles difuntos,
cuyo gesto tan propio,
el silencioso “pasen” dignísimo
me conmueve y extraña
como palabra de otra lengua.
En avenidas los crepúsculos
para el que, cansado, sin prisa
se vuelve por su pecho adentro
hacia los días de dulces nombres,
jueves, viernes, domingo de antes.
No hay aquí más que las tardes
en orden bajo los graves álamos.
(Las mañanas, en otra parte,
las noches, puede que por la costa.)
Vengo de gala negra, saludo,
escojo, al azar, alguna,
vuelvo, despacio, crujiendo hojas
de mi año mejor, el noventa.
Y en paz descanso estas memorias,
que todo es una misma copa
y un solo sorbo la vida ésta.
Qué fiel tu cariño, recinto,
vaso dorado, buen amigo.

V

Un sorbo de café a la madrugada,
de café solo, casi amargo,
he aquí el reposo mayor, mi buen amigo,
la confortable arcilla donde bien estamos.
Alta la noche de los flancos largos
y pelo de mojado algodón ceniciento,
en el estrecho patio reza
sus pobres cuentas de vidrio fervorosas,
en beneficio del tranquilo,
que todo lo soporta en buena calma y cruza
sobre su pecho las manos como bestias mansas.
¡Qué parecido!, ha dicho, vago búho,
su gran reloj de mesa,
y la comadre cruje sus leños junto a la mampara
si en soledad la dejan,
como anciana que duerme sus angustias
con el murmullo confortador del viento.
De nuevo la salmodia de la lluvia cayendo,
lentos pasos nocturnos, que se han ido,
lentos pasos del alba, que vuelve
para echarnos, despacio, su ceniza
en los ojos, su sueño,
y entonces sólo un sorbo de café nos amiga
en su dulzura con la tierra.

VI

Y hablando del pasado y la penuria,
de lo que cuesta hoy una esperanza,
del interior y la penumbra,
de la Divina Comedia, Dante: mi seudónimo,
que fatigosamente compongo cuando llueve,
verso con verso y sombra y sombra
y el olor de las hojas mojadas: la pobreza,
y el raído jardín y las hormigas que mueren
cuando tocaban ya los muros del puerto,
el olor de la sombra
y del agua y la tierra
y el tedio y el papel de la Divina Comedia,
y hablando y trabajando
en estos alegatos de socavar miserias,
giro por giro hasta ganar la pompa,
contra el vacío, el oro y las volutas,
la elocuencia embistiendo los miedos,
contra la lluvia la República,
contra el paludismo quién sino la República
a favor de las viudas
y la Rural contra toda suerte de fantasmas:
no tenga miedo, señor, somos nosotros, duerma,
no tenga miedo de morirse,
contra la nada estará la República,
en tanto el café como la noche nos acoja,
con todo eso, señor, con todo eso,
trabajoso levanto a través de la lluvia,
con el terror y mi pobreza,
giro por giro hasta ganar la pompa,
la Divina Comedia, mi Comedia.

VII

          Tendrá que ver
          cómo mi padre lo decía:
          la República.

          En el tranvía amarillo:
          la República, era,
          lleno el pecho, como
          decir la suave,
          amplia, sagrada
          mujer que le dio hijos.

          En el café morado:
          la República, luego
          de cierta pausa, como
          quien pone su bastón
          de granadillo, su alma,
          su ofrendada justicia,
          sobre la mesa fría.

          Como si fuese una materia,
          el alma, la camisa,
          las dos manos,
          una parte cualquiera
          de su vida.

          Yo, que no sé
          decirlo: la República.

VIII

Y hablando y trabajando
en las reparaciones imprescindibles del recuerdo,
de la tristeza y la paloma
y el vals sobre las olas
y el color de la luna, mi bien amada,
tu misterioso color de luna entre hojas,
y las volutas doradas ascendiendo
por las consolas que nublan las penumbras,
giro por giro hasta ganar la noche,
y el General sobre la mesa erguido
con su abrigo de hieles,
siempre derecho, siempre:
¡si aquel invierno ya muerto cómo nos enfría!
pero tu delicada música,
oh mi señora de las cintas teñidas en la niebla,
vuelve si cantan los gorriones sombríos en las tapias,
a la hora del sueño y de la soledad, los constructores,
cuando me daban tanta pena los muertos
y bastaría que callen los sirvientes,
en los bajos oscuros, para que ruede
de mi mano la última esfera de vidrio
al suelo de madera sonando sordo
en la penumbra como deshabitado sueño.

IX

          Tenías el portal
          ancho, franco, según se manda,
          como una generosa
          palabra: pasen—reposada.

          Se te colmaba
          la espaciosa frente, como
          de buenos pensamientos,
          de palomas.

          Qué regazo el tuyo
          de piedra, fresco, para
          las hojas!

          Qué corazón el tuyo,
          qué abrigada púrpura,
          silenciosa!

          Deshabitada,
          tu familia
          dispersa, ciegas
          tus vidrieras,
          qué sola te quedaste,
          mi madre, con tus huesos,
          que tengo que soñarte, tan despacio,
          por tu arrasada tierra.

X

Y hablando de los sueños
en este sitio donde gustamos lo nocturno
espeso y lento, lujoso de promesas,
el pardo confortable,
si me callase de repente,
bien miradas las heces,
los enlodados fondos y las márgenes,
las volutas del humo, su demorada filtración
giro por giro hasta llenar el aire,
aquí no pasa nada, no es más que la vida
pasando de la noche a los espejos
arreciados en oro, en espirales,
y en los espejos una máscara
lo más ornada que podamos pensarla,
y esta máscara gusta
dulcemente su sombra en una taza
lo más ornada que podamos soñarla,
su pastosa penuria, su esperanza.
Y un cuidadoso giro
azul que dibujamos soplando lento.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
https://literariedad.co/2014/10/26/eliseo-diego-el-cine-y-yo/
http://amediavoz.com/diegoEliseo.htm
https://www.poemas-del-alma.com/eliseo-diego.htm
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/16-poesia-moderna/poesia-moderna-cat/271-122-eliseo-diego?showall=1

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