LOS POETAS QUE LEÍ
LA POESÍA PURA
Por Joel Lenner Castañeda Dueñas
GONZALO ROJAS
Nombre completo
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Gonzalo Rojas Pizarro
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Nacionalidad
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Chileno
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Lugar y fecha de Nacimiento
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Lebu (Chile), 20 de diciembre de 1917
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Lugar y fecha de defunción
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Santiago (Chile), 25 de abril de 2011
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Obra cumbre
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La miseria del hombre (Poesía, 1948)
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Obras importantes
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La miseria del hombre (Poesía, 1948)
Contra la muerte (Poesía, 1964)
Oscuro (Poesía, 1977)
Transtierro (Poesía, 1979)
Del relámpago (Poesía, 1981)
Materia de testamento (Poesía, 1988)
Desocupado lector (Poesía, 1990)
Antología de aire (Poesía, 1991)
Las hermosas (Poesía, 1991)
Del ocio sagrado (Poesía, 2002)
Inconcluso (Poesía, 2003)
Con arrimo y sin arrimo (Poesía, 2010)
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Movimiento Literario
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Postvanguardismo – Surrealismo
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Datos biográficos
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* Graduado en derecho y pedagogía por la Universidad de Chile, tuvo cargos diplomáticos en China y Cuba durante los primeros años de la década del 70‘. Posteriormente, cuando la dictadura de Augusto Pinochet, se exilia a la República Alemana Democrática, Venezuela y Estados Unidos, país este último en donde establece su residencia. En 1994 decide volver a Chile y radicar definitivamente en la ciudad de Chillán.
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Importancia
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* Gonzalo Rojas es, sin duda, uno de los más altos representantes de la poesía contemporánea latinoamericana; su poesía esta influenciada notablemente por el automatismo surrealista y sobretodo por la poesía metafísica de César Vallejo.
* Premio Casa de las Américas de 1964
* Premio Nacional de Literatura de Chile
* Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de 1992
* Premio Octavio Paz de México de 1998
* Premio Cervantes de Literatura de 2003
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PERDÍ MI JUVENTUD
Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.
Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.
Pasábamos por ti como las olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.
Perdí mi juventud en los burdeles,
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.
Allí, bella entre todas,
reinabas para mí sobre las nubes
de la miseria.
A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo,
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.
Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.
Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
que copiaban en vano tu hermosura.
Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste
desnuda para mí, todo era olor
a muerte.
No he podido saciarme nunca en nadie,
porque yo iba subiendo, devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente,
y te perdí, y no pude
nacer de ti otra vez, y ya no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.
EL SOL Y LA MUERTE
Como
el ciego que llora contra un sol implacable,
me
obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,
quemados
para siempre.
¿De
qué me sirve el rayo
que
escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,
si
he perdido mis ojos?
¿De
qué me sirve el mundo?
¿De
qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,
y
a dormir, y a gozar, si todo se reduce
a
palpar los placeres en la sombra,
a
morder en los pechos y en los labios
las
formas de la muerte?
Me
parieron dos vientres distintos, fui arrojado
al
mundo por dos madres, y en dos fui concebido,
y
fue doble el misterio, pero uno solo el fruto
de
aquel monstruoso parto.
Hay
dos lenguas adentro de mi boca,
hay
dos cabezas dentro de mi cráneo:
dos
hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
dos
esqueletos luchan por ser una columna.
No
tengo otra palabra que mi boca
para
hablar de mí mismo,
mi
lengua tartamuda
que
nombra la mitad de mis visiones
bajo
la lucidez
de
mi propia tortura, como el ciego que llora
contra
un sol implacable.
LA SALVACIÓN
Me
enamoré de ti cuando llorabas
a
tu novio, molido por la muerte,
y
eras como la estrella del terror
que
iluminaba al mundo.
Oh
cuánto me arrepiento
de
haber perdido aquella noche, bajo los árboles,
mientras
sonaba el mar entre la niebla
y
tú estabas eléctrica y llorosa
bajo
la tempestad, oh cuánto me arrepiento
de
haberme conformado con tu rostro,
con
tu voz y tus dedos,
de
no haberte excitado, de no haberte
tomado
y poseído,
oh
cuánto me arrepiento de no haberte
besado.
Algo
más que tus ojos azules, algo más
que
tu piel de canela,
algo
más que tu voz enronquecida
de
llamar a los muertos, algo más que el fulgor
fatídico
de tu alma,
se
ha encarnado en mi ser, como animal
que
roe mis espaldas con sus dientes.
Fácil
me hubiera sido morderte entre las flores
como
a las campesinas,
darte
un beso en la nuca, en las orejas,
y
ponerte mi mancha en lo más hondo
de
tu herida.
Pero
fui delicado,
y
lo que vino a ser una obsesión
habría
sido apenas un vestido rasgado,
unas
piernas cansadas de correr y correr
detrás
del instantáneo frenesí, y el sudor
de
una joven y un joven, libres ya de la muerte.
Oh
agujero sin fin, por donde sale y entra
el
mar interminable,
oh
deseo terrible que me hace oler tu olor
a
muchacha lasciva y enlutada
detrás
de los vestidos de todas las mujeres.
¿Por
qué no fui feroz, por qué no te salvé
de
lo turbio y perverso que exhalan los difuntos?
¿Por
qué no te preñé como varón
aquella
oscura noche de tormenta?
A QUIEN VELA, TODO SE REVELA
Bello
es dormir al, lado de una mujer hermosa,
después
de haberla conocido
hasta
la saciedad. Bello es correr desnudo
tras
ella, por el césped
de
los sueños eróticos.
Pero
es mejor velar, no sucumbir
a
la hipnosis, gustar la lucha de las fieras
detrás
de la maleza, con la oreja pegada
a
la espalda olorosa,
a
mano como víbora en los pechos
de
la durmiente, oírla
respirar,
olvidada de su cuerpo desnudo.
Después,
llamar a su alma
y
arrancarla un segundo de su rostro,
y
tener la visión de lo que ha sido
mucho
antes de dormir junto a mi sangre,
cuando
erraba en el éter;
como
un día de lluvia.
Y,
aún más, decirle: “Ven,
sal
de tu cuerpo. Vámonos de fuga.
Te
llevaré en mis hombros, si me dices
que,
después de gozarte y conocerte,
todavía
eres tú, o eres la nada”,
Bello
es oír su voz: -“Soy una parte
de
ti, pero no soy
sino
la emanación de tu locura,
la
estrella del placer, nada más que el fulgor
de
tu cuerpo en el mundo”.
Todo
es cosa de hundirse,
de
caer hacia el fondo, como un árbol
parado
en sus raíces, que cae, y nunca cesa
de
caer hacia el fondo.
ELEGÍA
Acabo
de matar a una mujer
después
de haber dormido con ella una semana,
después
de haberla amado con locura
desde
el pelo a las uñas, después de haber comido
su
cuerpo y su alma, con mi cuerpo hambriento.
Aún
la alcoba está llena de sus gritos,
y
de sus gritos salen todavía sus ojos.
Aún
está blanca y muda con los ojos abiertos,
hundida
en su mudez y en su blancura,
después
de la faena y la fatiga.
Son
siete días con sus siete noches
los
que estuvimos juntos en un enorme beso,
sin
comer, sin beber, fuera del mundo,
haciendo
de esta cama de hotel un remolino
en
el que naufragábamos.
Al
momento de hundirnos, todo era como un sol
del
que nosotros fuimos solamente dos rayos,
porque
no hay otro sol que el fuego convulsivo
del
orgasmo sin fin, en que se quema
toda
la raza humana.
Éramos
dos partículas de la corriente libre.
Con
el oído puesto bajo ella, despertábamos
a
otro sol más terrible, pero imperecedero,
a
un sol alimentado con la muerte del hombre,
y
en ese sol ardíamos.
Al
salir del infierno, la mujer se moría
por
volver al infierno. Me acuerdo que lloraba
de
sed, y me pedía que la matara pronto.
Me
acuerdo de su cuerpo duro y enrojecido,
como
en la playa, al beso del aire caluroso.
Ya
no hay deseo en ella que no se haya cumplido.
Al
verla así, me acuerdo de su risa preciosa,
de
sus piernas flexibles, de su honda mordedura,
y
aun la veo sangrienta entre las sábanas,
teatro
de nuestra guerra.
¿Qué
haré con su belleza convertida en cadáver?
¿La
arrojaré por el balcón, después
de
reducirla a polvo?
¿La
enterraré, después? ¿La dejaré a mi lado
como
triste recuerdo?
No.
Nunca lloraré sobre ningún recuerdo,
porque
todo recuerdo es un difunto
que
nos persigue hasta la muerte.
Me
acostaré con ella. La enterraré conmigo.
Despertaré
con ella.
EL POLVO DEL DESEO
Por
mucho que la mano se me llene de ti
para
escribirte, para acariciarte
como
cuando te quise
arrancar
esos pechos que fueron mi obsesión en la terraza
donde
no había nadie sino tú con tu cuerpo,
tú
con tu corazón y tu hermosura,
y
con tu sangre adentro que te salía blanca
reseca,
por el polvo del deseo:
Oh,
por mucho que tú hayas sido mi perdición
hasta
volverme lengua de tu boca,
ya
todo es imposible.
Allá
abajo los barcos me esperan. Con su ruido
me
estoy partiendo de todas las cosas,
de
tu carácter y de tu belleza.
Me
estoy partiendo de eso que eres tú
hoy
que tu cuerpo sabe a quemadura
y
se te escapa el fuego por la herida.
De
eso me estoy partiendo, y empiezo a despegar
con
la primera luz, cortando el agua inmóvil
que
se parece al filo de tu piel, cuando sopla
sobre
ella el viento de mi desesperación.
Hubo
una vez un hombre. Hubo una vez
una
mujer vestida con tu cuerpo desnudo
que
palpitaba adentro de todas mis palabras,
los
vellos, los destellos
de
una mujer sellada por mi propia locura,
que
tenía tus mismos labios, tus mismos ojos.
Pero
de esa mujer no quedas sino tú
sin
labios y sin ojos.
Para
mí ya no quedas sino como la forma
de
una cama que vuela por el mundo
y
que nunca podré compartir con tu encanto,
porque
estaré partiendo cada día de ti,
más
lejos y más hondo en tu hermosura.
Tú
llorarás a mares
tres
negros días, ya pulverizada
por
mi recuerdo, por mis ojos fijos
que
te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin
inmutarse, como dos espinas,
porque
la espina es la flor de la nada;
y
me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin
saber quién se ha ido:
si
eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.
Todo
será de golpe
como
tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás
por las calles. Me mirarás sin verme
en
la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás
en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la
mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan
ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.
Quiero
que aquí te acabes
con
tu cuerpo dotado de pelaje divino
que
se te salga el cuerpo por la espina del llanto.
Tu
cuerpo, que era como la flor del movimiento.
Que
te mueras de mí. Quiero que aquí te acabes
sin
darte mi semilla.
EL DINERO
Yo
me refiero al río donde todos los ríos desembocan,
al
gran río podrido,
donde
vienen a dar nuestros pulmones que hemos criado para el aire,
al
río coagulado que lleva en su corriente sanguínea los despojos
de
nuestra libertad: todas las rosas
en
sus alcantarillas comerciales,
las
rosas del placer y de la dicha, las rosas de una noche
que
se abrieron a todos los sentidos,
depositadas
hoy en las aguas viscosas, donde las siete plagas
nos
manchan y nos muelen, nos consumen, nos comen
con
sus dientes inmundos bajo el beso y la risa del encanto.
El
río entra en nosotros,
y
nosotros entramos en el río.
Es
una guerra a muerte, como la del microbio
que
nos roba el color de nuestra sangre,
a
cambio del sustento con que nos embrutece, y nos permite
unas
horas de amor después de la fatiga del trabajo.
Cuando
al amanecer saltamos al abismo
desde
el confort caliente de nuestros blancos lechos,
y
ponemos los pies sobre las cosas,
abrimos
la ventana para mirar el cuerpo
de
nuestra realidad, y antes que salga el sol
sale
para nosotros la lividez del río,
el
aliento malsano del río de la muerte
que
nos cobra intereses por velar nuestra noche.
Por
las noches, las prostitutas lo enriquecen,
los
criminales que entran a casa de sus víctimas
con
la muerte en los ojos, los avaros que creen
aprovecharse
de él, y son las pobres pústulas
de
este infinito río reventado
como
llaga monstruosa.
Todos
los miserables contribuyen
al
desarrollo, al crecimiento informe
de
este charco sin término.
Los
Bancos y los Templos abren sus grandes puertas
para
que pase el río.
Todo
se normaliza para que el río reine sobre vivos y muertos
y
de todos los ojos que corren por las calles
sale
el color maligno de su agua purulenta,
y
de todas las bocas sale el olor del río.
Comemos,
trabajamos por el honor del río
y
el día que morimos, nuestra mísera sangre
es
devorada por el río,
y
nuestros duros huesos que parecían dignos de la tierra
también
sirven al río
como
otros tantos testimonios
de
su poder, que pone blandas todas las cosas.
¿Cómo
parar su cauce envenenado,
cómo
cortar las grandes arterias de este río
para
que se desangre de una vez, y eche abajo
las
tiendas y los tronos
que
vive construyendo sobre nuestra miseria?
Pero
no lo gritemos. Que él sabe nuestra suerte,
él
es la institución y la costumbre,
él
vence los regímenes, demuele las ideas,
él
mortifica al pobre, pero revienta al rico
cuando
no se somete a lamer su gangrena,
él
cobra y paga, sabe lo que quiere
porque
es la encarnación de la muerte en la tierra.
CARTA DEL SUICIDA
Juro
que esta mujer me ha partido los sesos,
porque
ella sale y entra como una bala loca,
y
abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así
sople el verano o el invierno,
así
viva feliz sentado sobre el triunfo
y
el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así
padezca el látigo del hambre, así me acueste
o
me levante, y me hunda de cabeza en el día
como
una piedra bajo la corriente cambiante,
así
toque mi cítara para engañarme, así
se
abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas
sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas
sobre otras hasta consumirse,
juro
que ella perdura, porque ella sale y entra
como
una bala loca,
me
sigue adonde voy y me sirve de hada,
me
besa con lujuria
tratando
de escaparse de la muerte,
y,
cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral,
y me grita pidiéndome socorro,
me
arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado
en la muerte.
OSCURIDAD HERMOSA
Anoche
te he tocado y te he sentido
sin
que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin
que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de
un modo casi humano
te
he sentido.
Palpitante,
no
sé si como sangre o como nube
errante,
por
mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad
que baja, corriste, centelleante.
Corriste
por mi casa de madera
sus
ventanas abriste
y
te sentí latir la noche entera,
hija
de los abismos, silenciosa,
guerrera,
tan terrible,
tan
hermosa que todo cuanto existe,
para
mí, sin tu llama, no existiera.
CONTRA LA MUERTE
Me
arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No
quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero
ser de piedra, estar oscuro,
a
soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a
diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No
tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en
mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la
verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con
los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué
sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a
la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con
volar más allá del infinito
si
seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera
del tiempo oscuro?
Dios
no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero
respiro, y como, y hasta duermo
pensando
que me faltan unos diez o veinte años para irme
de
bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.
No
lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero
no puedo ver cajones y cajones
pasar,
pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos
de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía
caliente la sangre en los cajones.
Toco
esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la
vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de
abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque
yo mismo soy una cabeza inútil
lista
para cortar, por no entender qué es eso
de
esperar otro mundo de este mundo.
Me
hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de
ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que
me devora, el hambre de vivir como el sol
en
la gracia del aire, eternamente.
SÁTIRA A LA RIMA
He
comido con los burgueses,
he
bailado con los burgueses,
con
los más feroces burgueses,
en
una casa de burgueses.
Les
he palpado sus mujeres
y
me he embriagado con su vino,
y
he desnudado, bajo el vino,
sus
semidesnudas mujeres.
He
visto el asco en su raíz,
la
obscenidad en su raíz,
la
estupidez en su raíz,
y
la vejez en su raíz.
La
burguesía y la vejez
han
bailado ante mí, desnudas:
las
he visto bailar desnudas,
olvidadas
de su vejez.
Adentro
del libertinaje,
los
observé llorar de amor,
babear,
sin saber que el amor
se
ríe del libertinaje.
Y
me divertí con su miedo,
con
su amarillo, sucio miedo,
con
su miedo a morir de miedo,
pues
no eran hombres sino miedo.
Miedo
a perder su fea plata
y,
con ella, a perder la risa
y,
con la plata y con la risa,
a
perder su placer de plata.
¿Pero
qué saben del placer
de
ser y estar en este mundo
los
puercos que han tirado al mundo
su
libidinoso placer?
¡Cómo
comían, cómo, en verdad,
mordían
la presa, con qué
dientes
rompían eso que
era
su grasa, su verdad!
Se
miraban unos a otros,
se
tragaban unos a otros,
se
medían unos a otros
para
el zarpazo, unos y otros.
Atrincherados
tras la mesa,
pude
verlos tal como son:
cuál
es su mundo, cuáles son
sus
ideales: ¡la plata y la mesa!
¡Pensar
que sus almas de cerdos
se
van al cielo después de morir!
¡Y
yo me tengo que morir
sin
hartarme, como estos cerdos!
La
comilona y la etiqueta
el
traje largo y el desnudo
me
permitieron ver desnudo
al
arribista de etiqueta.
Pobre
arribista cretinizado
por
su mujer y por su suegra.
Pobre
arribismo, cuya suegra
es
el confort cretinizado.
Toda
la gama del arribismo
mostraba
sus dientes de oro.
Pero
vi una mujer de oro
arriba
del mismo arribismo.
Esa
mujer era el amor:
el
verdadero, loco amor,
el
amor sin miedo. El amor
que
sólo vive del amor.
En
todas partes sale el sol,
hasta
en la boca del pantano.
La
burguesía es el pantano,
y
lo que amamos es el sol.
Por
eso ya cruje este mundo.
Por
eso ya viene otro mundo.
Por
eso ya estalla otro mundo
al
fondo ciego de este mundo.
Por
eso pude ver tan claro
esa
noche entre los burgueses
y
he comido con los burgueses,
y
he bailado con los burgueses,
con
los más feroces burgueses,
en
una casa de burgueses.
VICTROLA VIEJA
No
confundir las moscas con las estrellas:
oh
la vieja victrola de los sofistas.
Maten,
maten poetas para estudiarlos.
Coman,
sigan comiendo bibliografía.
Libros
y libros, libros hasta las nubes,
pero
la poesía se escribe sola.
Se
escribe con los dientes, con el peligro,
con
la verdad terrible de cada cosa.
No
hay proceso que valga, ni teoría,
para
parar el tiempo que nos arrasa.
Vuela
y vuela el planeta, y el muerto inmóvil,
¡y
únicamente el viento de la Palabra!
Qué
te parece el disco de los infusos:
páginas
y más páginas de cemento.
Que
entren con sus guitarras los profesores
y
el originalista de quince dedos.
Ese
que tiene el récord y anda que te anda
descubriendo
el principio de los principios.
El
alfabeto mismo le queda corto
para
decir lo mismo que estaba dicho.
Y
al que le venga el cuero que se lo ponga
antes
que lo dejemos feo y desnudo.
Bajarse
del caballo. La cosa empieza
por
el ser más abstracto. O el más abstruso.
Dele
con los estratos y la estructura
cuando
el mar se demuestra pero nadando.
Siempre
vendrán de vuelta sin haber ido
nunca
a ninguna parte los doctorados.
Y
eso que vuelan gratis: tanto prestigio,
tanto
arrogante junto, tanto congreso.
Revistas
y revistas y majestades
cuando
los eruditos ponen un huevo.
Ponen
un huevo hueco tan husserlino,
tan
sibilinamente heideggeriano,
que,
exhaustivos y todo, los hermeneutas
dejan
el laberinto más enredado.
Paren,
paren la música de esta prosa:
vieja
la vieja trampa de los sofistas.
A
los enmascarados y enmascarantes
este
cauterio rojo de poesía.
RETRATO DE MUJER
Siempre
estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola
en tu espejo, libre de marido, desnuda
en
la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que
te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y
el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.
Te
juré no escribirte. Por eso estoy llamándote en el aire
para
decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino
lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que
nunca me oyes, eso que no me entiendes nunca,
aunque
las venas te arden de eso que estoy diciendo.
Ponte
el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y
quémame en el último cigarrillo del miedo
al
gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con
la herida visible de tu belleza. Lástima
de
la que llora y llora en la tormenta.
No
te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal
como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una
nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa
que
me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,
mujer,
y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes
y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y
te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de
la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma
fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo.
Aquí, mujer, te dejo tu figura.
¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?
¿Qué
se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o
la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es
eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,
o
este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando
entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O
todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni
hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido
en estrellas de hermosura, en particular fugaces
de
eternidad visible?
Me
muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de
ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas
a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a
esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.
SIEMPRE EL ADIÓS
Tú
llorarás a mares
tres
negros días, ya pulverizada
por
mi recuerdo, por mis ojos fijos
que
te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin
inmutarse, como dos espinas,
porque
la espina es la flor de la nada.
Y
me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin
saber quién se ha ido:
si
eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.
Todo
será de golpe
como
tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás
por las calles. Me mirarás sin verme
en
la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás
en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la
mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan
ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.
LA PALABRA
Un
aire, un aire, un aire,
un
aire,
un
aire nuevo:
no
para respirarlo
sino
para vivirlo.
POR VALLEJO
Ya
todo estaba escrito cuando Vallejo dijo: -Todavía.
Y
le arrancó esta pluma al viejo cóndor
del
énfasis. El tiempo es todavía,
la
rosa es todavía y aunque pase el verano, y las estrellas
de
todos los veranos, el hombre es todavía.
Nada
pasó. Pero alguien que se llamaba César en peruano
y
en piedra más que piedra, dio en la cumbre
del
oxígeno hermoso. Las raíces
lo
siguieron sangrientas cada día más lúcido. Lo fueron
secando,
y ni París pudo salvarle el hueso ni el martirio.
Ninguno
fue tan hondo por las médulas vivas del origen
ni
nos habló en la música que decimos América
porque
éste únicamente sacó el ser de la piedra más oscura
cuando
nos vio la suerte debajo de las olas
en
el vacío de la mano.
Cada
cual su Vallejo doloroso y gozoso.
No
en París
donde
lloré por su alma, no en la nube violenta
que
me dio a diez mil metros la certeza terrestre de su rostro
sobre
la nieve libre, sino en esto
de
respirar la espina mortal, estoy seguro
del
que baja y me dice: -Todavía.
HEREJÍA
Según el manifiesto de las estrellas y esto no es cosa de hoy
ni de ayer, pase lo que pase hay que salvar al hombre
de tanta injusticia, hacerlo grande sin
Inquisición, en un asalto al cielo
libre, pero el pobre
hombre nace y muere solo
con su soledad y su demencia
natural en el bosque
donde no cabe la piedad ni el hacha.
CELIA
1
Y nada de lágrimas; esta mujer que cierran hoy
en su transparencia, ésta que guardan
en la litera ciega del muro
de cemento, como loca encadenada
al catre cruel en el dormitorio sin aire, sin
barquero ni barca, entre desconocidos sin rostro, ésta
es
únicamente la
Única
que nos tuvo a todos en el cielo
de su preñez.
Alabado
sea su vientre.
2
Y nada, nada más; que me parió y me hizo
hombre, al séptimo parto
de su figura de marfil
y de fuego,
en el rigor
de la pobreza y la tristeza,
y supo
oír en el silencio de mi niñez el signo,
el Signo
sigiloso
sin decirme
nunca
nada.
Alabado
sea su parto.
3
Que otros vayan por mí ahora
que no puedo, a ponerte
ahí los claveles
colorados de los Rojas míos, tuyos,
hoy
trece doloroso de tu martirio,
los
de mi casta que nacen al alba
y renacen; que vayan a ese muro por nosotros, por Rodrigo
Tomás, por Gonzalo hijo, por Alonso; que vayan
o no, si prefieren,
o que oscura te dejen
sola,
sola con la ceniza
de tu belleza
que es tu resurrección, Celia
Pizarro,
hija, nieta de Pizarros
y Pizarros muertos, Madre;
y vengas tú
al exilio con nosotros, a morar como antes en la gracia
de la fascinación recíproca.
Alabado
sea tu nombre para siempre.
ESQUIZOTEXTO
Tengo 23, soy
modista, soltera, cómico todo
y tan raro, hablo
contigo, camita: de una vez dímela, por
qué no me la dices la Gran
Verdad, la gran
revolución: que vamos a ser piedras, plantas
clarividentes, todo porque los árboles
serán barcos y en los trenes viajará el Espíritu y
del cuerpo se hará miel,
la
enfermera es la nube.
TACTO Y ERROR
Por mucho que la mano se me llene de ti
para escribirte, para acariciarte
como cuando te quise
arrancar esos pechos que fueron mi obsesión en la terraza
donde no había nadie sino tú con tu cuerpo,
tú con tu corazón y tu hermosura,
y con tu sangre adentro que te salía blanca
reseca, por el polvo del deseo,
oh, por mucho que tú hayas sido mi perdición
hasta volverme lengua de tu boca,
ya todo es imposible.
Hubo una vez
un hombre, una vez hubo
una mujer vestida con la U de tu cuerpo
que palpitaba adentro de todas mis palabras,
los vellos, los destellos;
de lo que hubo aquello
no quedas sino tú
sin labios y sin ojos,
para mí ya no quedas sino como la forma
de una cama que vuela por el mundo.
DESDE ABAJO
Entonces nos colgaron de los pies, nos sacaron
la sangre por los ojos,
con un cuchillo
nos fueron marcando en el lomo, yo soy el número
25.033,
nos pidieron
dulcemente,
casi al oído,
que gritáramos
viva no sé quien.
Lo demásfanicamente nada.
Gutapan, el viento.
PROMETEO
Los dioses lo olvidaron, las águilas lo olvidaron, él mismo se olvidó.
Kafka
No hubo temblor. Ni se partía el cielo.
De pronto salió el sol por la copa del Árbol.
Pudo verse un instante que el Árbol era un hombre
y que la concurrencia sólo eran sus ideas,
porque no había nadie en la montaña
sino las últimas estrellas
y el aire era una inmensa pesadilla.
A UNAS MUCHACHAS QUE HACEN ESO EN LO OSCURO
Bésense en la boca, lésbicas
baudelerianas, árdanse, aliméntense
o no por el tacto rubio de los pelos, largo
a largo el hueso gozoso, vívanse
la una a la otra en la sábana
perversa,
y
áureas y serpientes ríanse
del vicio en el
encantamiento flexible, total
está lloviendo peste por todas partes de una costa
a otra de la Especie, torrencial
el semen ciego en su granizo mortuorio
del Este lúgubre
al Oeste, a juzgar
por el sonido y la furia del
espectáculo.
Así,
equívocas doncellas, húndanse, acéitense
locas de alto a bajo, jueguen
a eso, ábranse al abismo, ciérrense
como dos grandes orquídeas, diástole y sístole
de un mismo espejo.
De ustedes
se dirá que amaron la trizadura.
Nadie va a hablar de belleza.
DAIMON DEL DOMINGO
Entre la Biblia de Jerusalén y estas moscas que ahora andan ahí volando,
prefiero estas moscas. Por 3 razones las prefiero:
1) porque son pútridas y blancas con los ojos azules y lo procrean todo en el aire como riendo,
2) por eso velocísimo de su circunstancia que ya lo sabe todo desde mucho antes del Génesis,
3) por además leer el Mundo como hay que leerlo: de la putrefacción a la ilusión.
MATERIA DE TESTAMENTO
A mi padre, como corresponde, de Coquimbo a Lebu, todo el mar,
a mi madre la rotación de la Tierra,
al asma de Abraham Pizarro aunque no se me entienda un tren de humo,
a don Héctor el apellido May que le robaron,
a Débora su mujer el tercero día de las rosas,
a mis 5 hermanas la resurrección de las estrellas,
a Vallejo que no llega, la mesa puesta con un solo servicio,
a mi hermano Jacinto, el mejor de los conciertos,
al Torreón del Renegado donde no estoy nunca, Dios,
a mi infancia, ese potro colorado,
a la adolescencia, el abismo,
a Juan Rojas, un pez pescado en el remolino con su paciencia de santo,
a las mariposas los alerzales del sur,
a Hilda, l’amour fou, y ella está ahí durmiendo,
a Rodrigo Tomás mi primogénito el número áureo del coraje y el alumbramiento,
a Concepción un espejo roto,
a Gonzalo hijo el salto alto de la Poesía por encima de mi cabeza,
a Catalina y Valentina las bodas con hermosura y espero que me inviten,
a Valparaíso esa lágrima,
a mi Alonso de 12 años el nuevo automóvil siglo XXI listo para el vuelo,
a Santiago de Chile con sus 5 millones la mitología que le falta,
al año 73 la mierda,
al que calla y por lo visto otorga el Premio Nacional,
al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado,
a la nieve manchada con nuestra sangre otro Nüremberg,
a los desaparecidos la grandeza de haber sido hombres en el suplicio y haber muerto cantando,
al Lago Choshuenco la copa púrpura de sus aguas,
a las 300 a la vez, el riesgo,
a las adivinas, su esbeltez
a la calle 42 de New York City el paraíso,
a Wall Street un dólar cincuenta,
a la torrencialidad de estos días, nada,
a los vecinos con ese perro que no me deja dormir, ninguna cosa,
a los 200 mineros de El Orito a quienes enseñé a leer en el silabario de Heráclito, el encantamiento,
a Apollinaire la llave del infinito que le dejó Huidobro,
al surrealismo, él mismo,
a Buñuel el papel de rey que se sabía de memoria,
a la enumeración caótica el hastío,
a la Muerte un crucifijo grande de latón.
EL SEÑOR QUE APARECE DE ESPALDAS
El señor que aparece de espaldas no es feliz, ha ido
varias veces a Roma pero no es feliz, ha
meado en Roma y no tiene por qué ocultarlo pero no es feliz, ha desaguado
a lo largo de Asia desde los Urales a Vladivostock pero no es feliz, en
excusados de lujo en África pero no es feliz, encima de los aviones
vía Atenas pero no es feliz, en espacios
más bien reducidos lluviosamente en Londres al lado
de su mujer hermosa pero no es feliz, en las grandes playas de
América precolombina pero no es feliz, con un diccionario etrusco
y otro en alemán desde las tumbas Ming a las pirámides
de Egipto pero no es feliz, pensando en
cómo lo hubiera hecho Cristo pero no es feliz, mirando
arder una casa en Valparaíso pero no es feliz, riendo en New York de
un rascacielo a otro pero no es feliz, girando a
todo lo espléndido y lo mísero de¡ planeta oyendo música en barcos
de Buenos Aires a Veracruz pero no es feliz, discutiendo
por dentro de su costado el origen pero no es feliz, acomodándose
no importa el frío contra la
pared aguantando todas las miradas
de las estrellas pero no es feliz
el señor que aparece de espaldas.
INSTANTÁNEA
El dragón es un animal quimérico, yo soy un dragón
y te amo,
es decir amo tu nariz, la sorpresa
del zafiro de tus ojos,
lo que más amo es el zafiro de tus ojos;
pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos
longilíneos cuyo formato me vuela
sexo y cisne a la vez aclarándome lo perverso
que puede ser la rosa, si hay rosa
en la palpación, seda, olfato
o, más que olfato y seda, traslación
de un sentido a otro, dado lo inabarcable
de la pintura entiéndase
por lo veloz de la tersura
gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,
así pasen los años como sonaba bajo el humo el célebre
piano de marfil en la película; ¿qué fue
de Humphrey Bogart y aquella alta copa nórdica
cuya esbeltez era como una trizadura: qué fue
del vestido blanco?
Décadas de piel. De repente el hombre es décadas de piel, urna
de frenesí y
perdición, y la aorta
de vivir es tristeza,
de repente yo mismo soy tristeza;
entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo
a un vellocino así más durable
que el amaranto, y ahondo en tu amapola con
liturgia y desenfreno,
entonces es cuando ahondo en tu amapola,
y entro en la epifanía de la inmediatez
ventilada por la lozanía, y soy tacto
de ojo, apresúrate, y escribo fósforo si
veo simultáneamente de la nuca al pie
equa y alquimia.
DESOCUPADO LECTOR
Cumplo con informar a usted que últimamente todo es herida: la muchacha
es herida, el olor
a su hermosura es herida, las grandes aves negras, la inmediatez
de lo real y lo irreal tramados en el fulgor de un mismo espejo
gemidor es herida, el siete, el tres, todo, cualquiera de estos
números de la danza es
herida, la barca
del encantamiento con Maimónides al timón es herida, aquel
diciembre 20 que me cortaron de mi madre es herida, el sol
es herida, Nuestro Señor
sentado ahí entre los mendigos con esa túnica irreconocible por el cauterio del psicoanálisis es herida, el
Quijote
a secas es herida, el ventarrón
abierto del Golfo contra la roca alta es
herida, serpiente
horadante del Principio, mar
y más mar de un lado a otro, Kierkegaard y
más Kierkegaard, taladro
y por añadidura herida; la
preñez en cuanto preñez en la preciosidad de su copa es
herida, el ocio
del viejo río intacto donde duermen inmóviles los mismos peces
velocísimos es
herida, la Poesía
grabada a fuego en los microsurcos de mi cerebro de niño es herida, el hueco
de 1.67 justo en metros de rey es herida, el éxtasis
de estar aquí hablando solo en lo bellísimo de este pensamiento de
nieve es
herida, la evaporación
de la fecha de mármol con el padre adentro
bajo los claveles es
herida, el carrusel
pintarrajeado que fluye y fluye como otro río de polvo y otras
máscaras
que vi en Pekín colgando en la vieja calle de Cha Ta-lá
cuya identidad comercial de 2.500 años de droga y ataúdes rientes
no se discute, es
herida; la cama en fin
que allí compré, con dos espejos para navegar, es herida,
la
perversión
de la palabra nadie que sopla desde las galaxias es herida, el Mundo
antes y después de los Urales es
herida, la hilera
de líneas sin ocurrencia de esta visión
sin resurrección es herida. Cumplo
entonces con informar a usted que últimamente todo es herida.
ASMA ES AMOR
A Hilda, mi centaura.
Más que por la A de amor estoy por la A
de asma, y me ahogo
de tu no aire, ábreme
alta mía única anclada ahí, no es bueno
el avión de palo en el que yaces con
vidrio y todo en esas tablas precipicias, adentro
de las que ya no estás, tu esbeltez
ya no está, tus grandes
pies hermosos, tu espinazo
de yegua de Faraón, y es tan difícil
este resuello, tú
me entiendes: asma
es amor.
CARTA A VICENTE HUIDOBRO
1
Poca confianza en el XXI, en todo caso algo pasará, morirán otra vez los hombres, nacerá alguno del que nadie sabe, otra física
en materia de soltura hará más próxima la imantación de la Tierra
de suerte que el ojo ganará en prodigio y el viaje mismo será vuelo
mental, no habrá estaciones, con sólo abrir
la llave del verano por ejemplo nos bañaremos
en el sol, las muchachas
perdurarán bellísimas esos nueve meses por obra y gracia
de las galaxias y otros nueve
por añadidura después del parto merced
al crecimiento de los alerces de antes del Mundo, así
las mareas estremecidas bailarán airosas otro
plazo, otro ritmo sanguíneo más fresco, lo que por contradanza hará
que el hombre entre en su humus de una vez y sea
más humilde, más
terrestre.
2
Ah, y otra cosa sin vaticinio, poco a poco envejecerán las máquinas de la Realidad, no habrá drogas ni películas míseras ni periódicos arcaicos ni
disipación y estruendo- mercaderes del aplauso ignominioso, todo eso
envejecerá en la apuesta
de la creación, el ojo
volverá a ser ojo, el tacto
tacto, la nariz
éter de Eternidad en el descubrimiento incesante, el fornicio
nos hará libres, no
pensaremos en inglés como dijo Darío, leeremos
otra vez a los griegos, volverá a hablarse etrusco
en todas las playas del Mundo, a la altura de la cuarta
década se unirán los continentes
de modo que entrará en nosotros la Antártica con toda su fascinación
de mariposa de turquesa, siete trenes
pasarán bajo ella en múltiples direcciones a una velocidad desconocida.
3
Hasta donde alcanzamos a ver Jesucristo no vendrá
en la fecha, pájaros
de aluminio invisible reemplazaran a los aviones, ya al cierre
del XXI prevalecerá lo instantáneo, no seremos
testigos de la mudanza, dormiremos
progenitores en el polvo con nuestras madres
que nos hicieron mortales, desde allí
celebraremos el proyecto de durar, parar el sol,
ser -como los divinos- de repente.
CARTA PARA VOLVERNOS A VER
Lo feo fue quererte, mi Fea, conociendo cuánta víbora
era tu sangre, lo monstruoso
fue oler amor debajo de tu olorcillo a hiena, y olvidar
que eras bestia, y no a besos sino a cruel mordedura
te hubiera, en pocos meses, lo vicioso y confuso
descuerado, y te hubiera en la mujer más bella ¡por Safo! convertido.
Porque, vistas las cosas desde el mar, en el frío de la noche oceánica
y encima de este barco de lujo, con mujeres francesas y espumosas,
y mucha danza, y todo, no hay ninguna
cuyo animal, oh Equívoca, tenga más desenfreno en su fulgor
antes de ti, después de ti. No hay ojos verdes
que se parezcan tanto a la ignominia.
Ignominia es tu sangre, Burguesilla: lo turbio que te azota por dentro,
remolino viscoso de miedo y de lujuria, corrupción
de todo lo materno que es la mujer. ¡Acuérdate, Malparida, de aquella pesadilla!
No hay trampa que te valga cuando tiritas y entras al gran baile del muro
donde se te aparecen de golpe los pedazos de la muerte.
No te perdono, entiéndeme, porque no me perdono, porque el mar
-por hermoso que sea- no perdona al cadáver: lo rechaza y lo arroja como inútil estiércol.
Muerta estás y aun entonces, cuando dormí contigo, dormí con una máquina
de parir muertos. Nadie podrá lavar mi boca sino el áspero océano,
Mujer y No-mujer, de tu beso vicioso.
Lástima de hermosura. Si hoy te falta de madre justo lo que te sobra de ramera
y de sábana en sábana, desnuda, vas riendo
y sin embargo empiezas a llorar en lo oscuro cuando no te oye nadie,
es posible, es posible que descubras tu estrella por el viejo ejercicio
del amor, es posible que tanta espuma inútil
pierda su liviandad, se integre en la corriente, vuelva al coro del Ritmo.
Tal vez el largo oleaje de esta carta te aburra, todo este aire solemne,
pero el Ritmo ha de ser océano profundo
que al hombre y la mujer amarra y desamarra
nadie sabe por qué y, es curioso, yo mismo
no sé por qué te escribo con esta mano, y toco
tu rara desnudez terrible todavía.
No hablemos ya de mayo ni de junio, ni hablemos
del gran mes, mi Amorosa, que construyó en diamante tu figura
de amada y sobreamada, por encima del cielo, en el volcán
de aquel Chillán de Chile que vivimos los dos, y eternizamos,
silenciosos, seguros de ser uno en el vuelo.
No. Bajemos de ahí, mi Sangrienta, y entremos al agosto mortuorio:
crucemos los horribles pasadizos
de tus vacilaciones, volvamos al teléfono
que aún estará sonando. Volemos en aviones a salvar
los restos de Algo, de Alguien que va a morir, mi Dios, descuartizado.
Digamos bien las cosas. No es justo que metamos a ningún Dios en esto.
Cínicos y quirúrgicos, los dos, los dos mentimos.
Tú, la más Partidaria de la Verdad, negaste la vida hasta sangrar
contra la Especie (¿Es mucho cinco mil cuatrocientas criaturas por hora...?)
Los dos, los dos cortamos las primeras, las finas
raíces sigilosas del que quiso venir
a vemos, y a besamos, y a juntamos en uno.
Miro el abismo al fondo de este espejo quebrado, me adelanto a lo efímero
de tus días rientes y otra vez no eres nada
sino un color difícil de mujer vuelta al polvo
de la vejez. Adiós. Hueca irás. Vivirás
de lo que fuiste un día quemada por el rayo del vidente.
Mortal contradictorio: cierro esta carta aquí,
este jueves atlántico, sin Júpiter ni estrella.
No estás. No estoy. No estamos. Somos, y nada más.
Y océano,
y océano,
y únicamente océano.
MORTAL
Del aire soy, del aire, como todo mortal,
del gran vuelo terrible y estoy aquí de paso a las estrellas,
pero vuelvo a decirte que los hombres estamos ya tan cerca los unos de los otros
que sería un error, si el estallido mismo es un error,
que sería un error el que no nos amáramos.
EL ESPEJO
Sólo se aprende aprende aprende
de los propios propios errores.
NO ESCRIBAS DIEZ POEMAS A LA VEZ
No escribas diez poemas a la vez
No escribas diez poemas a la vez parece decirme la lectora, escribe cuatro: uno
a mis ojos, otro
a mis axilas de perra, otro al Dios
que hay en mí en lo sagrado
de los meses, y si te queda tiempo no escribas
el último, ponte en mi caso, estoy
tan triste, llena de hombre,
con tanta vibración de hombre en el espinazo, y adentro
tanto otro fulgor que duerme en mí, a tan
sangrientos días del parto.
ENIGMA DE LA DESEOSA
Muchacha imperfecta busca hombre imperfecto
de 32, exige lectura
de Ovidio, ofrece: a) dos pechos de paloma,
b) toda su piel liviana
para los besos, c) mirada
verde para desafiar el infortunio
de las tormentas;
no va a las casas
ni tiene teléfono, acepta
imantación por pensamiento. No es Venus;
tiene la voracidad de Venus.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3443.html
https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/biografias/bremen_gonzalo_rojas.htm
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