LOS POETAS QUE LEÍ
POESÍA VANGUARDISTA LATINOAMERICANA
Por Joel Lenner Castañeda Dueñas
CÉSAR VALLEJO
Nombre completo
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César Abraham Vallejo Mendoza
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Nacionalidad
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Peruano
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Lugar y fecha de Nacimiento
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Santiago de Chuco (La Libertad, Perú), 16 de marzo de 1892
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Lugar y fecha de defunción
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Paris (Francia), 15 de abril de 1938
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Obra cumbre
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Trilce (Poesía, 1922)
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Obras importantes
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Los heraldos negros (Poesía, 1919)
Escalas melografiadas (Cuentos, 1923)
Paco Yunque (Cuento, 1931)
El tungsteno (Novela, 1931)
Poemas humanos (Poesía, 1939)
España aparta de mí este cáliz (Poesía, 1939)
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Movimiento Literario
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Vanguardismo - Surrealismo
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Datos biográficos
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* De ascendencia indígena y
española, trabajó en diferentes ocupaciones para mantenerse y mantener a su
familia.
* Fue encarcelado, acusado
injustamente de violación, robo e incendio.
* En París (Francia) conoce a
la que será su compañera de por vida, Georgette Vallejo, quien compartió su
vida mísera, desordenada y penosa que jamás logrará revertir, llegando
incluso a dormir en la intemperie.
* Sus restos descansan en París,
Francia, bajo la protección del gobierno francés.
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Importancia
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* Indiscutiblemente el mayor
poeta que el Perú diera al mundo y uno de los más altos representantes de la
poesía universal.
* En palabras del francés
Thomas Merton es el más grande poeta universal después de Dante", su
aporte a la poesía contemporánea es inmensa, pues revolucionó la forma y el
contenido de la poesía universal, llegando a influir en la totalidad de los
poetas posteriores alrededor del globo.
* Trilce (1922), es considerado el libro inaugural de la vanguardia
hispanoamericana, que junto con la novela Ulises
del irlandés James Joyce, se perfilaron como los textos más innovadores de
todo el movimiento vanguardista universal.
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ALTURA Y PELOS
¿Quién
no tiene su vestido azul?
¿Quién
no almuerza y no toma el tranvía,
con
su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡Yo
que tan sólo he nacido!
¡Yo
que tan sólo he nacido!
¿Quién
no escribe una carta?
¿Quién
no habla de un asunto muy importante,
muriendo
de costumbre y llorando de oído?
¡Yo
que solamente he nacido!
¡Yo
que solamente he nacido!
¿Quién
no se llama Carlos o cualquier otra cosa?
¿Quién
al gato no dice gato gato?
¡Ay,
yo que sólo he nacido solamente!
¡Ay!
¡yo que sólo he nacido solamente!
CONSIDERANDO EN
FRÍO, IMPARCIALMENTE...
Considerando
en frío, imparcialmente,
que
el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se
complace en su pecho colorado;
que
lo único que hace es componerse
de
días;
que
es lóbrego mamífero y se peina...
Considerando
que
el hombre procede suavemente del trabajo
y
repercute jefe, suena subordinado;
que
el diagrama del tiempo
es
constante diorama en sus medallas
y,
a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde
lejanos tiempos,
su
fórmula famélica de masa...
Comprendiendo
sin esfuerzo
que
el hombre se queda, a veces, pensando,
como
queriendo llorar,
y,
sujeto a tenderse como objeto,
se
hace buen carpintero, suda, mata
y
luego canta, almuerza, se abotona...
Considerando
también
que
el hombre es en verdad un animal
y,
no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...
Examinando,
en fin,
sus
encontradas piezas, su retrete,
su
desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...
Comprendiendo
que
él sabe que le quiero,
que
le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...
Considerando
sus documentos generales
y
mirando con lentes aquel certificado
que
prueba que nació muy pequeñito...
le
hago una seña,
viene,
y
le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué
más da! Emocionado... Emocionado...
ESPERGESIA
Yo
nací un día
que
Dios estuvo enfermo.
Todos
saben que vivo,
que
soy malo; y no saben
del
diciembre de ese enero.
Pues
yo nací un día
que
Dios estuvo enfermo.
Hay
un vacío
en
mi aire metafísico
que
nadie ha de palpar:
el
claustro de un silencio
que
habló a flor de fuego.
Yo
nací un día
que
Dios estuvo enfermo.
Hermano,
escucha, escucha...
Bueno.
Y que no me vaya
sin
llevar diciembres,
sin
dejar eneros.
Pues
yo nací un día
que
Dios estuvo enfermo.
Todos
saben que vivo,
que
mastico... y no saben
por
qué en mi verso chirrían,
oscuro
sinsabor de ferétro,
luyidos
vientos
desenroscados
de la Esfinge
preguntona
del Desierto.
Todos
saben... Y no saben
que
la Luz es tísica,
y
la Sombra gorda...
Y
no saben que el misterio sintetiza...
que
él es la joroba
musical
y triste que a distancia denuncia
el
paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo
nací un día
que
Dios estuvo enfermo,
grave.
HOY ME GUSTA LA
VIDA MUCHO MENOS...
Hoy
me gusta la vida mucho menos,
pero
siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi
toqué la parte de mi todo y me contuve
con
un tiro en la lengua detrás de mi palabra.
Hoy
me palpo el mentón en retirada
y
en estos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tanta
vida y jamás!
¡Tantos
años y siempre mis semanas!...
Mis
padres enterrados con su piedra
y
su triste estirón que no ha acabado;
de
cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
y,
en fin, mi ser parado y en chaleco.
Me
gusta la vida enormemente
pero,
desde luego,
con
mi muerte querida y mi café
y
viendo los castaños frondosos de París
y
diciendo:
Es
un ojo éste, aquél; una frente ésta,
aquélla...
Y
repitiendo:
¡Tanta
vida y jamás me falla la tonada!
¡Tantos
años y siempre, siempre, siempre!
Dije
chaleco, dije
todo,
parte, ansia, dije casi, por no
llorar.
Que
es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
y
está bien y está mal haber mirado
de
abajo para arriba mi organismo.
Me
gustará vivir siempre, así fuese de barriga,
porque,
como iba diciendo y lo repito,
¡tanta
vida y jamás! ¡Y tantos años,
y
siempre, mucho tiempo, siempre, siempre!
IDILIO MUERTO
Qué
estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de
junco y capulí;
ahora
que me asfixia Bizancio, y que dormita
la
sangre, como flojo cognac, dentro de mí.
Dónde
estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban
en las tardes blancuras por venir;
ahora,
en esta lluvia que me quita
las
ganas de vivir.
Qué
será de su falda de franela; de sus
afanes;
de su andar;
de
su sabor a cañas de mayo del lugar.
Ha
de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y
al fin dirá temblando: "¡Qué frío hay... Jesús!".
Y
llorará en las tejas un pájaro salvaje.
INTENSIDAD Y
ALTURA
Quiero
escribir, pero me sale espuma,
Quiero
decir muchísimo y me atollo;
No
hay cifra hablada que no sea suma,
No
hay pirámide escrita, sin cogollo.
Quiero
escribir, pero me siento puma;
Quiero
laurearme, pero me encebollo.
No
hay toz hablada, que no llegue a bruma,
No
hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.
Vámonos,
pues, por eso, a comer yerba,
Carne
de llanto, fruta de gemido,
Nuestra
alma melancólica en conserva.
Vámonos!
Vámonos! Estoy herido;
Vámonos
a beber lo ya bebido,
Vámonos,
cuervo, a fecundar tu cuerva.
LOS DADOS
ETERNOS
Para Manuel González Prada,
esta emoción bravía y selecta,
una
de las que, con más entusiasmo,
me ha aplaudido el gran maestro.
Dios
mío, estoy llorando el ser que vivo;
me
pesa haber tomado de tu pan;
pero
este pobre barro pensativo
no
es costra fermentada en tu costado:
¡tú
no tienes Marías que se van!
Dios
mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy
supieras ser Dios;
pero
tú, que estuviste siempre bien,
no
sientes nada de tu creación.
¡Y
el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy
que en mis ojos brujos hay candelas,
como
en un condenado,
Dios
mío, prenderás todas tus velas,
y
jugaremos con el viejo dado.
Tal
vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del
universo todo,
surgirán
las ojeras de la Muerte,
como
dos ases fúnebres de lodo.
Dios
mío, y esta noche sorda, obscura,
ya
no podrás jugar, porque la Tierra
es
un dado roído y ya redondo
a
fuerza de rodar a la aventura,
que
no puede parar sino en un hueco,
en
el hueco de inmensa sepultura.
LOS PASOS
LEJANOS
Mi
padre duerme. Su semblante augusto
figura
un apacible corazón;
está
ahora tan dulce...;
si
hay algo en él de amargo, seré yo.
Hay
soledad en el hogar; se reza;
y
no hay noticias de los hijos hoy.
Mi
padre se despierta, ausculta
la
huída a Egipto, el restañante adiós.
Está
ahora tan cerca;
si
hay algo en él de lejos, seré yo.
Y
mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando
un sabor ya sin sabor.
Está
ahora tan suave,
tan
ala, tan salida, tan amor.
Hay
soledad en el hogar sin bulla,
sin
noticias, sin verde, sin niñez.
Y
si hay algo quebrado en esta tarde,
y
que baja y que cruje,
son
dos viejos caminos blancos, curvos.
Por
ellos va mi corazón a pie.
LOS HERALDOS
NEGROS
Hay
golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes
como del odio de Dios; como si ante ellos,
la
resaca de todo lo sufrido
se
empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son
pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en
el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán
tal vez los potros de bárbaros atilas;
o
lo heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son
las caídas hondas de los Cristos del alma,
de
alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos
golpes sangrientos son las crepitaciones
de
algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y
el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los
ojos, como
cuando
por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve
los ojos locos, y todo lo vivido
se
empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay
golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
MASA
Al
fin de la batalla,
y
muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y
le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se
le acercaron dos y repitiéronle:
"¡No
nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron
a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando
"¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le
rodearon millones de individuos,
con
un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero
el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces
todos los hombres de la tierra
le
rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse
lentamente,
abrazó
al primer hombre; echóse a andar...
PIEDRA NEGRA
SOBRE UNA PIEDRA BLANCA
Me
moriré en París con aguacero,
un
día del cual tengo ya el recuerdo.
Me
moriré en París -y no me corro-
tal
vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves
será, porque hoy, jueves, que proso
estos
versos, los húmeros me he puesto
a
la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con
todo mi camino, a verme solo.
César
Vallejo ha muerto, le pegaban
todos
sin que él les haga nada;
le
daban duro con un palo y duro
también
con una soga; son testigos
los
días jueves y los huesos húmeros,
la
soledad, la lluvia, los caminos...
LOS NUEVE MONSTRUOS
Y,
desgraciadamente,
el
dolor crece en el mundo a cada rato,
crece
a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y
la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y
la condición del martirio, carnívora, voraz,
es
el dolor dos veces
y
la función de la yerba purísima, el dolor
dos
veces
y
el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás,
hombres humanos,
hubo
tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en
el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás
tanto cariño doloroso,
jamás
tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás
el fuego nunca
jugó
mejor su rol de frío muerto!
Jamás,
señor ministro de salud, fue la salud
más
mortal
y
la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y
el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el
corazón, en su cajón, dolor,
la
lagartija, en su cajón, dolor.
Crece
la desdicha, hermanos hombres,
más
pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con
la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece
el mal por razones que ignoramos
y
es una inundación con propios líquidos,
con
propio barro y propia nube sólida!
Invierte
el sufrimiento posiciones, da función
en
que el humor acuoso es vertical
al
pavimento,
el
ojo es visto y esta oreja oída,
y
esta oreja da nueve campanadas a la hora
del
rayo, y nueve carcajadas
a
la hora del trigo, y nueve sones hembras
a
la hora del llanto, y nueve cánticos
a
la hora del hambre y nueve truenos
y
nueve látigos, menos un grito.
El
dolor nos agarra, hermanos hombres,
por
detrás, de perfil,
y
nos aloca en los cinemas,
nos
clava en los gramófonos,
nos
desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a
nuestros boletos, a nuestras cartas;
y
es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues
de resultas
del
dolor, hay algunos
que
nacen, otros crecen, otros mueren,
y
otros que nacen y no mueren, otros
que
sin haber nacido, mueren, y otros
que
no nacen ni mueren (son los más).
Y
también de resultas
del
sufrimiento, estoy triste
hasta
la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de
ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando,
a la cebolla,
al
cereal, en general, harina,
a
la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al
vino, un ecce-homo,
tan
pálida a la nieve, al sol tan ardido¹!
¡Cómo,
hermanos humanos,
no
deciros que ya no puedo y
ya
no puedo con tanto cajón,
tanto
minuto, tanta
lagartija
y tanta
inversión,
tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor
Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah!
desgraciadamente, hombre humanos,
hay,
hermanos, muchísimo que hacer.
Y SI DESPUÉS DE
TANTAS PALABRAS...
¡Y
si después de tantas palabras,
no
sobrevive la palabra!
¡Si
después de las alas de los pájaros,
no
sobrevive el pájaro parado!
¡Más
valdría, en verdad,
que
se lo coman todo y acabemos!
¡Haber
nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse
del cielo hacia la tierra
por
sus propios desastres
y
espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más
valdría, francamente,
que
se lo coman todo y qué más da...!
¡Y
si después de tanta historia, sucumbimos,
no
ya de eternidad,
sino
de esas cosas sencillas, como estar
en
la casa o ponerse a cavilar!
¡Y
si luego encontramos,
de
buenas a primeras, que vivimos,
a
juzgar por la altura de los astros,
por
el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más
valdría, en verdad,
que
se lo coman todo, desde luego!
Se
dirá que tenemos
en
uno de los ojos mucha pena
y
también en el otro, mucha pena
y
en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces...
¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!
HECES
Esta
tarde llueve como nunca; y no
tengo
ganas de vivir, corazón.
Esta
tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
Viste
gracia y pena; viste de mujer.
Esta
tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las
cavernas crueles de mi ingratitud;
mi
bloque de hielo sobre su amapola,
más
fuerte que su "No seas así!"
Mis
violentas flores negras; y la bárbara
y
enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y
pondrá el silencio de su dignidad
con.
óleos quemantes el punto final.
Por
eso esta tarde, como nunca, voy
con
este búho, con este corazón.
Y
otras pasan; y viéndome tan triste,
toman
un poquito de ti
en
la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Esta
tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo
ganas de vivir, corazón!
LXV
Madre,
me voy mañana a Santiago,
a
mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando
estoy mis desengaños y el rosado
de
llaga de mis falsos trajines.
Me esperará tu arco de asombro,
las
tonsuradas columnas de tus ansias
que
se acaban la vida. Me esperará el patio,
el
corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de
fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
aquel
buen quijarudo trasto de dinástico
cuero,
que para no más rezongando a las nalgas
tataranietas,
de correa a correhuela.
Estoy cribando mis cariños más puros.
Estoy
ejeando ¿no oyes jadear la sonda?
¿no oyes tascar
dianas?
estoy
plasmando tu fórmula de amor
para
todos los huecos de este suelo.
Oh
si se dispusieran los tácitos volantes
para
todas las cintas más distantes,
para
todas las citas más distintas.
Así, muerta inmortal. Así.
Bajo
los dobles arcos de tu sangre, por donde
hay
que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
para
ir por allí,
humildóse
hasta menos de la mitad del hombre,
hasta
ser el primer pequeño que tuviste.
Así, muerta inmortal.
Entre
la columnata de tus huesos
que
no puede caer ni a lloros,
y
a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
ni
un solo dedo suyo.
Así, muerta inmortal.
Así.
LOS ANILLOS
FATIGADOS
Hay
ganas de volver, de amar, de no ausentarse,
y
hay ganas de morir, combatido por dos
aguas
encontradas que jamás han de istmarse.
Hay
ganas: de un gran beso que amortaje a la Vida,
que
acaba en el áfrica de una agonía ardiente,
suicida!
Hay
ganas de... no tener ganas. Señor;
a
ti yo te señalo. con el dedo deicida:
hay
ganas de no haber tenido corazón.
La
primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,
curvado
en tiempo, se repite, y pasa: pasa:
a
cuestas con la espina dorsal del Universo.
Cuando,
las sienes tocan su lúgubre tambor...
cuando
me duele el sueño grabado en un puñal,
hay
ganas de quedarse plantado en este verso!
QUISIERA HOY SER
FELIZ DE BUENA GANA
Quisiera
hoy ser feliz de buena gana,
ser
feliz y portarme frondoso de preguntas,
abrir
por temperamento de par en par mi cuarto, como loco,
y
reclamar, en fin,
en
mi confianza física acostado,
sólo
por ver si quieren,
sólo
por ver si quieren probar de mi espontánea posición,
reclamar,
voy diciendo,
por
qué me dan así tánto en el alma.
Pues
quisiera en sustancia ser dichoso,
obrar
sin bastón, laica humildad, ni burro negro.
Así
las sensaciones de este mundo,
los
cantos subjuntivos, .
el
lápiz que perdí en mi cavidad
y
mis amados órganos de llanto.
Hermano
persuasible, camarada,
padre
por la grandeza, hijo mortal,
amigo
y contendor, inmenso documento de Darwin:
¿a
qué hora, pues, vendrán con mi retrato?
¿A
los goces? ¿Acaso sobre goce amortajado?
¿Más
temprano? ¿Quién sabe, a las porfías?
A
las misericordias, camarada,
hombre
mío en rechazo y observación, vecino
en
cuyo cuello enorme sube y baja,
al
natural, sin hilo, mi esperanza...
I
Quién
hace tanta bulla, y ni deja
testar
las islas que van quedando.
Un poco más de consideración
en
cuanto será tarde, temprano,
y
se aquilatará mejor
el
guano, la simple calabrina tesórea
que
brinda sin querer,
en
el insular corazón,
salobre
alcatraz, a cada hialóidea
grupada.
Un poco más de consideración,
y
el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES.
Y
la península párase
por
la espalda, abozaleada, impertérrita
en
la línea mortal del equilibrio.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
http://outsidersguia.com/cultura/cesar-vallejo-y-el-arte/
https://www.poemas-del-alma.com/cesar-vallejo.htm
http://www.poesi.as/Cesar_Vallejo.htm
http://amediavoz.com/vallejo.htm
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